Existen dos obstáculos para el pensamiento creativo. Y usted puede eliminarlos, pero para eso usted tiene que ser consciente de ellos.
El primer obstáculo se denomina "Homeostasis." Esta palabra denomina a la tendencia a tratar de mantenernos dentro del ámbito de lo que nos es familiar y conocido, dentro de aquellas cosas que hicimos o dijimos en el pasado. Significa permanecer en la "zona de confort" y resistir todo lo que sea nuevo o diferente. La homeostasis es habitualmente observable en las personas que se sienten cómodas solamente con lo conocido y lo probado, es decir, con lo que siempre han hecho.
La persona que muestra este "impulso homeostático" tiende a sentirse incómoda con los cambios, o incluso con el pensamiento de tener que cambiar. Ya lo dijo Emerson: "Aferrarse tontamente a algo es lo característico de las mentes pequeñas". Es necesario sobreponerse a
esta tendencia a la "homeostasis", reconociéndola en uno mismo y en los demás. Una vez hecho esto, tenemos que dar pasos deliberados y conscientes para salirnos de nuestra "zona de confort" e intentar cosas nuevas.
La "marca distintiva" de la gente creativa es una mente abierta a todos los temas, la voluntad de escuchar cuidadosa y pacientemente, sin prejuicios y sin sacar conclusiones apuradas.
El segundo obstáculo para el pensamiento creativo es el temor al fracaso, a equivocarnos, a cometer errores. Más del 80% de los adultos estamos tan preocupados por equivocarnos que nos mantenemos apartados de cualquier situación que conlleve un riesgo.
Este miedo al fracaso se expresa en la indecisión, en las tácticas para dejar las cosas para después y en la búsqueda de opiniones de más y más personas antes de hacer algo. La obsesión por reunir información e investigar en exceso suele indicar un profundo miedo a equivocarse. Los especialistas denominan a esta obsesión "parálisis por análisis".
Hay dos cosas que pueden hacerse para remover los obstáculos a la creatividad.
Primero, reconocer que seguir haciendo lo que siempre hacemos es normal y natural, pero también admitir que las grandes ideas surgen de los intentos de hacer algo nuevo y diferente.
Segundo, no preocuparnos excesivamente por la posibilidad de cometer un error. De los errores surgen las grandes ideas.
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